martes, 6 de julio de 2010

Siete, ¿número mágico?




Apenas resta una semana para el final del trayecto. Siete días para alcanzar la gloria o digerir la hiel de la derrota. Siempre una derrota moral, como la que solía portar Don Quijote en sus regresos a casa. El siete siempre me ha parecido un número mágico. El siete es el número de mi tribunal. Los pecados capitales son siete. Los siete jinetes del Apocalipsis. Las siete columnas es el título de aquel libro de Fernández Flores. ¡Oh, ansiado tema 64 que nunca apareciste!

Ahora le temo a la nada. Al vacío. A la desorientación. A la ausencia de rumbo. Después de casi diez meses manejando este velero a través del mar de la oportunidad, temo la llegada a puerto. Me da miedo vislumbrar el embarcadero donde anclaré mi buque y, sin anestesia, darme de bruces con la cruda realidad. Todo o nada, ¿o medias tintas? Incógnita, realidad, al igual que aquellas obras de Pérez Galdós que me han acompañado hasta la fecha.

Echaré de menos ese mar inmenso de sabiduría. Añoraré el reto del trabajo arduo, la dedicación, los obstáculos. Y ya recuerdo con pena la ausencia porque no sé aún que me quedará en las manos. El tiempo, siempre el tiempo. Ése que juega en nuestra contra y, al mismo tiempo, marca todo nuestro devenir. Una semana más, y otros varios días para hallar la solución a tanto misterio. La gloria o el infierno.

¿Y qué habrá después de todo esto? ¿Qué será de mí? No concibo mi vida sin palpar el tema 52, mientros preparo los versos que adornarán el 38 y rememoro cada obra del 65. Horas y horas dedicadas a navegar por un océano que podría haber sido ficticio.

De cualquier modo, yo sé que ya no soy yo. Ese yo ahora mantiene adherido otras connotaciones. Se ha impregnado de la esencia de otras personas, de la sabiduría de otras mentes. Yo soy una nueva persona, la misma que abandoné a los 18 años. Aquella que se afanaba por aprender. Ésa que se fascinaba con unos versos. La que vibraba con horas y horas de estudio. Creo que éste es mi camino. Donde me siento plena, donde me siento yo. Donde no tengo que volver a preguntarme qué hago yo aquí, como aquellas mañanas al sol, ante las largas esperas para conseguir cualquier declaración banal de un personajillo sin formación.

2 comentarios:

  1. Me has puesto los bellos de punta. Espero explicarte el motivo el día que celebremos que el siete haya sido tú número de la suerte.

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  2. Amén. Uno se aferra a cualquier talismán. A cualquier símbolo. Todo tiene cabida en esta larga espera.

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