martes, 22 de junio de 2010

Somos el tiempo que nos queda... y el que aún somos.


Ayer, por casualidad, me topé con este lienzo de Dalí que descansa inmanente en el MOMA de Nueva York. Lo he visto muchas veces, pero nunca antes me había parado a observarlo con detenimiento. Quizás, porque el surrealismo, en particular, y las vanguardias, en general, nunca han tenido demasiado atractivo para mi persona. Soy romántica y realista a partes casi iguales, creo, y el mundo onírico y del absurdo no casa en demasía con mis preferencias.

Fue su título lo que captó mi atención: La persistencia de la memoria. Fue su enunciado lo que me llevó a indagar en Internet -bendita fuente incansable de información- y a profundizar sobre su esencia.

Quiso el catalán marcar la cara más negativa del paso del tiempo, una nota que suena constante en la historia del arte en mayúsculas. Manrique, Quevedo, Unamuno, Machado... ¡Oh, la vie, la vie! Hoy, y sin que sirva de presedente, quiero romper una lanza a favor de este paso del tiempo. Hoy quiero alabar y exaltar el enriquecimiento que produce en nuestra persona el paso del tiempo. Hoy quiero gritar en mayúsculas que he aprendido más en el último año que en todo los cinco anteriores.

Extraigo, por tanto, ex concesso la idea que quiso plasmar Dalí en su mundo irreal y fantasioso. Mientras rezo por la persistencia de mi memoria, aquella que me permite dislucir sin complicaciones pequeños detalles de la vida que aún mantengo archivados como obras de cabecera.

jueves, 17 de junio de 2010

Para las personas que dejan huella


Ayer cerramos una nueva etapa y casi no he podido darme cuenta. Las clases en la academia ya forman parte de la historia. Esa historia que llevamos cargando sobre nuestras espaldas y que, por puro azar, por curioso destino, nos permiten lanzar lazos y unirnos por momentos a otras personas. Nos despedimos con un café, en el lugar de siempre. En el mismo establecimiento que nos ha visto, semana a semana, enfrentarnos a nuestro destino, ora ilusionados, ora deprimidos.

Observaba los rostros de los que han sido mis compañeros de fatiga durante estos nueve meses. Unos perfectos desconocidos en aquel mes de septiembre y ahora, sin embargo, demasiado familiares para tener que despedirme de ellos. No me había percatado de la importancia que adquieren las personas cuando te das cuenta que vas a perderlas de vista. Sufrí la misma sensación que me rondaba cada verano, cuando se acercaba septiembre y, después de mil aventuras, de risas, sol, mar y lágrimas, tocaba decir adiós. Llegaba el momento de romper la magia que crean los encuentros con fecha de caducidad. Entonces, decíamos adiós al verano y nos despedíamos también para siempre porque, si volvíamos a vernos, sin duda, ninguno seríamos ya lo que éramos.

Me matriculé en este centro confiada en mi objetivo, ése al que tendré que enfrentarme la próxima semana, aunque lleve pugnando con él desde el pasado mes de septiembre. Jamás pensé que me aferraría tanto a ese encuentro de los miércoles, nunca imaginé que sentiría hoy tanta melancolía por la pérdida, ni por asomo presentí que mi relación con todas y cada una de estas personas sería tan intensa como las que viví en aquellos veranos.

No sé cuál será el resultado de este proceso, no sé si obtendré la gratificación que he esperado desde que inicié este camino, pero hoy, al levantarme, he podido darme cuenta que ya he alcanzado muchos premios. Me llevo la satisfacción de sentirme realizada llevando a cabo este "trabajo" cada día, en la más profunda soledad, conmigo misma como propio enemigo. Me llevo la gran suerte de haber conocido savia nueva, grandes personas, cómplices sin parangón, aptos todos y cada uno de ellos para ejercer esa labor que tanto ansían. Me guardo las clases magistrales de las que he sido testigo, confiando, sin duda, que algún día presumiré de ellas porque no todas las personas que participan en tu formación dejan tanta huella como han dejado en estos nueve meses.

Me enfrento a la batalla, de nuevo, en la más completa soledad. Al igual que llegué. Así me marcho. Gracias a todos por representar vuestro papel en esta obra y permitirme que yo también llevara a cabo mi representación. Ahora que cae el telón, os lego mi más sincera bendición y toda la suerte del mundo en este largo peregrinar, yo seré la primera en esbozar una sonrisa cuando conozca vuestros éxitos. Que serán miles. El primero ya lo habeis cumplido conmigo. Gracias por estar ahí. Y, por qué no, me despido con la cita de un gran autor:

Ánimos, miles.

martes, 15 de junio de 2010

Vuela, mente, vuela


Llevo tanto tiempo invertido en un sólo propósito que he perdido la noción. No sé si sueño cuando estoy despierta o vivo realmente en esas imágenes que me depara la somnolencia. Tengo que exprimir la memoria para lograr separar un día de otro, puesto que vivo sumergida en un férreo horario, casi militar, que me tiene exhausta. Y lo que es peor, mi mente se autocastiga cuando no dedica su existencia a memorizar fechas, obras, teorías, autores y un sin fin de datos que navegan con o sin rumbo por mi cabeza.

Volar. Ahora quiero volar. Ése es mi próximo sueño. Volar en el espacio, en el tiempo o más allá de mi misma. Marcharme de este mundo circundante. Poner tierra de por medio. Desaparecer de mí misma. No ser yo. Ser otra persona. Imaginar una nueva identidad, otra nacionalidad, un objetivo distinto en la vida.

Ya no sé ni lo que quiero porque la mente no me permite dislucir la realidad de la ficción. A veces, despido el día más relajada, como si me hubiese permitido pasar la tarde paseando por rincones que admito, simplemente, porque mi mente así lo ha inventado. Y, sin embargo, tampoco ese día me he movido de casa. Cuándo empezó todo esto, en qué momento acabará. Cuándo comencé a ser yo misma o dónde dejé de ser yo.

Vuela, mente, vuela a lugares soñados. A paraísos imaginados. Sal de esta casa porque, de lo contrario, te volverás tan loca como ya lo estoy yo.

sábado, 12 de junio de 2010

Tierra a la vista


Dos semanas. Doce días más uno ¿Se han parado a pensar que nuestra vida está repleta de parámetros numéricos? Palpo mis temas manidos mientras pienso en los restantes, los que permanecen observando desde el estante, impasibles, mudos, olvidados, aletargados, desplazados, ausentes. Setenta y dos temas, nueve meses. Inspiro. Cinco opciones, variables, posibilidades. Vuelvo a girar la manivela de mi improvisado tubo de ensayo. Los números bailan. He tenido más suerte en esta tirada. La anterior me dejó descontenta. Espiro.

Un código númerico que ya lleva mi nombre. Un número de tribunal que aún se erige en incógnita. Las cinco características del apartado tres del tema que estudio. Las seis tendencias del género literario con más fuerza perlocutiva de ese siglo, determinado por los números romanos. Inspiro. Pienso en las horas previas, en el número de minutos que llevará el sorteo, mientras mi corazón palpita a la velocidad del rayo. Imagino las dos horas. El todo. La nada. Espiro.

Todos son cábalas, hipótesis, conjeturas que no llevan a nada. Mil posibilidades imaginadas, todas pensadas, ninguna digerida. Mis manos siguen dirigiendo el timón mientras, desde el punto de vigía, alguien ya ha gritado: "Tierra a la vista".

miércoles, 9 de junio de 2010

Cae la lluvia sobre junio


Cae la lluvia sobre junio
El espíritu de la mujer que ama
corre en tu cuerpo…
se desnuda en las calles

La vida en los rincones
sostiene el equilibrio del mundo
con un algo de Dios que asciende de las ruinas

Los hijos del hombre hacen su universo
sobre un barco de papel que se destroza
pero la alegría no está precisamente allí
sino en la proyección de otro universo

Nada debe detenerse
volverá septiembre y después abril
y los amigos que no acudieron esta primavera
estarán con nosotros en un invierno previsible

Amo este tiempo
donde los perros son sagrados
y los insectos titubean en los vidrios

Te amo a ti por efímera por susceptible al frío

La ciudad se ilumina para nuevas proezas

(Homero Aridjis)

Hoy he tenido la sensación de levantarme en otra época. El cansancio acumulado me ha hecho navegar por sueños profundos que te atrapan con ahínco sin permitir que puedas retornar a flote. Me ha costado separar los párpados y, cuando lo he hecho, he pugnado por discernir la realidad. Y esta realidad era la lluvia más allá de mi ventana. Una lluvia que me ha hecho rememorar ese largo invierno que ya recordaba con la misma duración que un suspiro. Las mañanas de dedicación, las tardes cortas pero intensas.

Un año más, junio vuelve a sorprendernos. Ahora, observa nuestra cara de atónitos mientras se desternilla desde su cubículo. ¿Una tregua en el centro de la batalla? ¿Un remanso de paz? ¿un castigo? Junio vuelve a ser junio y yo lo contemplo desde mi ventana, recordando que hace sólo un año, tal día como hoy, junio me abrasaba por las calles de Atenas. Oh!, ciudad helena.

domingo, 6 de junio de 2010

Y volví a ser cenicienta



¿Se han sentido alguna vez como Cenicienta? Yo sí. Hace apenas unas horas...

El reloj marcaba las 20:00 horas de un caluroso sábado 5 de junio cuando di por concluída mi jornada de estudio. Con cautela y cuidado, con la misma delicadeza con la que mimo a mi Phalaenopsis, cerré y amontoné los temas 7, 8 y 9 que se habían prestado a mi repaso rutinario. Clausuré mi habitación de estudios, como quien sella una gruta del tesoro, y me encaminé a convertirme, por una noche, en la princesa del cuento que un día fui. Necesité algún que otro truco capilar para ocultar mi desnivelado corte. Consulté en mi armario el modelo que debería lucir, no sin antes percatarme de la pobreza del mismo (algún día tendré que ir de compras). Empleé el maquillaje mágico que oculta ojeras y alguna que otra imperfección que acrecienta las horas de estudio. Y, voilà, ya estaba preparada para descender las escaleras (léase ascensor), encaramarme en mi carroza, tirada por hermosos caballos con espíritu de ratón y regresar a aquel majestuoso palacio donde un día, unos 12 meses antes, llegué a ser la reina del baile.

En la escalinata de acceso me esperaba el príncipe del cuento. Me tendió la mano para salvar la misma y, con miles de imágenes sucediéndose nerviosas en las pupilas, emprendimos la escalada paciente hacia el festivo salón. Ante nosotros, un suculento festín que bañamos con el mismo vino con el que brindaron nuestros seres queridos y alguna que otra lagrimilla recordando el tiempo que se fue y las mil y una aventuras que nos esperaban tras aquella jornada, 365 días antes. Tras el postre, salimos al jardín para comprobar los cambios que nos produce la vida. Nos aguardaba un paraje silencioso, a oscuras, nocturno, vacío, mientras yo veía la luz clara del día, la muchedumbre que se agolpaba a nuestro alrededor, el sonido de la risa y la felicidad, el colorido de los vestidos y complementos primaverales. Estábamos solos en el mismo lugar donde aquel día nos arroparon las mejores personas del mundo, las que han dado brillo a nuestras vidas.

Nuevamente, brindamos con el vacío por todos vosotros, pero en aquellos rincones ya no encontré las sensaciones que surgieron aquel día, ni el itinerario que se iniciaba sólo unas horas más tarde, ni el inicio de una nueva vida porque esa vida ya es la que me pertenece. Sonaban las doce campanadas y debía abandonar el castillo, con prisas, sin demora. Cenicienta volvería a ser cenicienta tras emprender el camino de vuelta y me aferraba a seguir viviendo aquel sueño...

Sonaron las doce campanadas y abandoné el castillo, me encaramé de nuevo a mi carroza, abandoné la muchedumbre, los sonidos festivos, aquel día mágico que siempre permanecerá latente en aquel lugar y que volverá a ponerse en marcha cada vez que acceda a su estancia. Y llegué a casa, y abandoné el maquillaje, y el vestuario, y los arreglos capilares... y volví a retomar los temas 9, 8 y 7. Mientras observo que mi par de zapatos descansan juntos en un rincón del armario y que el príncipe del cuento espera paciente a mi lado.



martes, 1 de junio de 2010

...Y llegó junio.


Bajo del cielo fiel Junio corría
arrastrando en sus aguas dulces fechas…

Llegas de nuevo, río transparente,
todo cielo y verdor, nubes pasmadas,
lluvias o cabelleras desatadas,
plenitud, ola inmóvil y fluente.

Tu luz moja una fecha adolescente:
rozan las manos formas vislumbradas,
los labios besan sombras ya besadas,
los ojos ven, el corazón presiente.

¡Hora de eternidad, toda presencia,
el tiempo en ti se colma y desemboca
y todo cobra ser, hasta la ausencia!

El corazón presiente y se incorpora,
mentida plenitud que nadie toca:
hoy es ayer y es siempre y es deshora.
(Octavio Paz)

Nuevamente ha amanecido junio y, un año más, lo hace envuelto en una magia especial, más que cualquier otro mes del año. Junio ha sido el mes esperado durante mucho tiempo, para lo malo, para lo bueno. Nunca más junio será un mes impasible en mi calendario. Mes simbólico, como aquella fecha escogida que ya llevamos sellada a hierro en nuestra alma. Amanece junio y yo tiemblo.