lunes, 29 de marzo de 2010

A aquel jefe de estación


Te fuiste sin avisar y eso no te lo perdono. Desde entonces no he dejado de buscarte, con ímpetu, con decisión, con ahínco... Rastreo cada rincón de esas pistas que me dejaste con mimo durante toda la vida, la mía, la que pude compartir contigo. Te encuentro en las dedicatorias de los libros que me regalaste, repleto de notas, de reflexiones, de dedicación, y no dejo de sorprenderme por tanto conocimento autodidacta, por iniciativa propia, sin ninguna guía que te marcara el camino. Me parezco tanto a ti...

Te marchaste sin una despedida y eso me sigue ardiendo en el alma. Ni siquiera pude contarte mi experiencia en el primer día de universidad tan sólo unas semanas después de abandonarnos. He sido la primera universitaria de la familia y eso te habría enorgullecido hasta la saciedad. Habrías presumido de ello tanto o más que leer la primera información que firmé en un periódico, con nombre y apellido, tu apellido, ése que me legaste como un tesoro por encontrarse casi en peligro de extinción. Imagino tu rostro tras devorar las líneas. Te habrías levantado del asiento más erguido que nunca, si eso hubiese sido posible, y no habría habido espacio suficiente para albergar tu henchido entusiasmo. Pero jamás lo leíste, nunca, no pudiste ver tu apellido, ése del que tanto presumías, la seña de identidad, tu marca, plasmado a hierro por una imprenta, en ese diario del que fuiste cómplice durante casi toda tu vida.

Hoy es Lunes Santo y no puedo dejar de pensar en ti. Vuelvo a buscarte en el olor a incienso, en el aroma de azahar de esa Sevilla que tú también nos legaste. Nunca un cordobés de pro se enamoró tan perdidamente del señorío de la Giralda, de la magia de sus calles, de esa distinción que supo captar a la perfección con tan sólo 20 años. De la mano, como tantas y tantas veces por haber sido tu primogénita, me llevastes a navegar por ese nostálgico río en el que se convierte Sevilla en primavera. Desde la Plaza del Duque, con olor a garrapiñada, me abristes las puertas de la Semana Santa. A los sones de una corneta vi entrar a Rocío en la carrera oficial. Percibí el silencio sepulcral que envuelve al misterio de Santa Marta y el bullicio popular que acarrea la presencia de San Gonzalo... y apenas levantaba un palmo del suelo.

Y volveré a buscarte en la mañana del Viernes Santo, al amanecer, en los albores del día, muy cerquita del mercado de la calle Feria. Avanzaré por la muralla con decisión y me adentraré en el barrio de la Macarena, un año más, como tú me enseñaste... Esperaré con paciencia la llegada, mientras mis ojos se pasean por la presencia de esos nazarenos cansados, exhaustos, que acumulan horas de penitencia en la mirada. Recordaré el temor que me suscitaba el trascurrir de los "armaos" y justo en ese momento la veré acercarse con esa imagen exclusiva que sólo ella es capaz de mostrar, repleta de pétalos y acompañada por toda Sevilla... Y será en ese instante, a los sones de "Coronación de la Macarena", con el júbilo que se despierta en el barrio cuando su señora vuelve a casa, donde volveré a encontrarte, donde me estarás esperando. Ese instante mágico donde nunca puedo controlar las lágrimas y vuelvo a escuchar tu voz, tu risa... cuando recupero los ocho años y vuelves a llevarme de la mano hasta el corazón de Sevilla.

Un encuentro que apenas dura unos acordes, una melodía... y te pierdo entre la multitud a ritmo de tambor, en el ahumado ambiente que desprende el incienso. Me sueltas la mano justo por el camino donde se pierde su manto. Vuelves a marcharte con ella, sin despedirte, sin avisar.

Y aunque no te lo perdono, volveré a esperarte el año que viene. Nos veremos en el mismo lugar, a la misma hora. Allí volveré a tener ocho años y tú me llevarás, de nuevo, de la mano.

5 comentarios:

  1. Hoy lo he leído de nuevo. Es precioso y muy cercano. Imagino que todos los que amamos esta Semana nos sentimos identificados. Yo sigo buscando el olor a arroz con leche allí donde acaba la Cuesta del Rosario.

    Un beso.

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  2. Esta es la vida de la fama que buscaban en la Edad Media. La vida eterna en momentos tradicionales como estos. La vida pasa pero las tradiciones siempre quedan. Gracias por estar siempre ahí.

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  3. se me han puesto los vellos de punta....

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  4. Eso me pasa a mi cuando llegan estas fechas y veo algún paso en la calle.

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  5. ¡Sobrina, es precioso ! El abuelo sabía perfectamente aquien le había trasmitido su "Don" Por ello era tan especial contigo. Yo siento lo mismo a través de mi hijo Pablo. Pues a mi no me lo pasó, tengo otras cosas de su curriculum, pero no eso... Te envidio. Besosss

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