viernes, 5 de marzo de 2010

Ante una vieja máquina de escribir


Me gustaría contar con el tiempo que no tengo para que la mañana del domingo se detuviera en torno a la lectura de la prensa dominical. Me apasiona volver cargada de suplementos, folletos, números especiales... en una mano, mientras la otra continúa guiando el paseo de mi compañera de viaje que, aunque la matinal del domingo se torne visita al quiosco, continúa reclamando la pelota que porta en su boca, para deleite de todo aquel que se cruza en nuestro camino.

Es la prensa dominical la que más se asemeja a mis gustos periodísticos. Las características que va adquiriendo la prensa de nuestro país comienza a asemejarse a la todopoderosa norteamericana en algunos aspectos. Hace no muchos años, los profesores de la Facultad de Comunicación nos detallaban, como un hecho sorprente, el volúmen que adquiría The New York Times el último día de la semana, que incluso acababa siendo repartido en "bolsas". Años más tarde, me gusta imaginar que me encuentro en la Gran Manzana cuando regreso a casa con toda mi adquisición dominical esperando paciente en una bolsa de plástico con la que, amablemente, el tendero ha querido aliviar mi carga.

Sin embargo, en mi bolsa no aparece The New Yorker, ni la pluma de Norman Mailer, Tom Wolfe o Truman Capote. Tengo que confirmar abiertamente que me apasiona esa corriente de los años 60, cuyas puertas me las abrió en la facultad el profesor, ahora decano, Miguel Ángel Vázquez Medel (biografo del recientemente desaparecido Francisco Ayala), donde el periodismo y la literatura se dan la mano, sin poder dislucir donde acaba el uno y comienza la otra. La lectura de A sangre fría, como obra representativa de este movimiento periodístico al que me habría en-can-ta-do pertenecer, es sólo la guinda de una serie de reportajes digno de las mejores plumas. Y es que, según aporta Alejo Carpentier, periodistas y escritores forman parte de un mismo espíritu.

Un movimiento al que acerca al castellano o español, como prefieran denominarlo, el gran maestro Gabriel García Márquez. Relato de un naúgrafo es un ejemplo excepcional de esta vertiente. Afortunadamente, el espíritu del Nuevo Periodismo sigue presente en muchas plumas españolas, 40 años después de su nacimiento. Tuve la suerte de trabajar con una de ellas, de forma muy cercana, aunque nunca tuve el suficiente valor o arrojo de hablar con él sobre esta tendencia. No obstante, desde las primeras líneas de sus crónicas, era capaz de recrear toda una trama bélica, histórica, patriótica... Las finales deportivas se convertían en batallas de gladiadores con descripciones minuciosas, detalladas, sensitivas. Él mismo se define como un dinosaurio del periodismo. Y no lo dudo, puesto que la prensa que yo no me encontré y que él ya no encarna, se aleja en demasía de lo que actualmente prima y existe y, por desgracia, de lo que a mí me enamoró de esta profesión.

Con un café en la mano y un silencio sepulcral alrededor, me sumerjo en la lectura del primer ejemplar que tomo, con el gozo de saber que aún tengo varios esperando y, quizás, para mi deleite, algún discípulo de ese Nuevo periodismo norteamericano, del que se hizo eco Gabo en la lengua de Cervantes, se encuentre esperándome entre sus líneas. Reportajes creados con sonoras máquinas de escribir, a la luz de un flexo, rodeado del humo de tabaco negro, mientras su autor se afloja la corbata, y tras haber abandonado su chaqueta y sombrero en aquel perchero que aguarda paciente al fondo de la Redacción. Ese periodismo olvidado que ya nunca podré vivir.

3 comentarios:

  1. Ya te comentarán tus colegas de profesión con mayor criterio, pero desde la más profunda ignorancia, creo que hace mucho tiempo que la literatura y el periodismo se soltaron de la mano.

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  2. Llevas toda la razón. Pero me agrada pensar que los grandes escritores que ha dado la literatura española desde el siglo XVIII, se iniciaron en el periodismo. Por desgracia, como acabo de escribirle a una colega de profesión a la que afortunadamente he vuelto a encontrar en el camino, hoy priman otras cosas. Ya no importa como escribas, sino lo buen relaciones públicas que puedas llegar a ser. Deleznable.

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  3. Qué razón tienes, lo que importa son los contactos y poco más.

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