miércoles, 24 de febrero de 2010

Para leer al anochecer. Historia de fantasmas.




-¡Rayos y truenos! -exclamó el alemán, animándose-, cuando una persona en concreto planea hacerte una visita de forma inesperada, y sin que él lo sepa envía a algún mensajero invisible para que intuyas su próxima aparición, ¿cómo se le llama a eso? O cuando te encuentras caminando por una calle abarrotada de gente en Frankfurt, Milán, Londres, París, y piensas que alguien que pasa por tu lado te recuerda a tu amigo Heinrich, y luego que otra persona distinta también se parece a tu amigo Heinrich, y de esa manera comienzas a sentir una singular premonición de que de un momento a otro te encontrarás con Heinrich en persona [...] ¿cómo llamaría usted a eso [...]

A quien no le haya ocurrido una situación similar alguna vez, sin necesidad de marcharse a ninguna ciudad europea como aquí nos señala Charles Dickens, que levante la mano. Permítanme, sin embargo, que yo mantenga mis extremidades superiores al hilo de la gravedad. Porque a una servidora sí que le ha acontecido. Y no una vez. Sino muchas.

Dice la contraportada del libro que actualmente tengo entre mis manos, palpo, saboreo y aspiro en cada tiempo de asueto, que "Charles Dickens estuvo interesado durante toda su vida por los fenómenos misteriosos. Su natural inclinación hacia el drama y lo macabro hicieron de él un extraordinario escritor de cuentos de fantasmas". A pesar de los casi 200 años de diferencia y las distintas cultura y sociedad que nos ha tocado vivir, Charles y yo tenemos algo en común: el interés por lo sobrenatural. Aunque la aquí presente tenga unas consecuencias nefastas ante los citados acontecimientos, ya sean audiovisuales, escritos u orales... lo cierto es que mi activa imaginación me permite ver más allá de lo meramente narrado y superar la barrera del miedo con mucha facilidad. En definitiva, que me puede el terror.





He comenzado la entrada de hoy resaltando el concepto de "casualidad" que el autor inglés toma como arma para elaborar sus historias sobre el más allá. Para leer al anochecer. Historias de fantasmas. No es una obra publicada por Dickens, sino una recopilación de 13 de las más célebres y espeluznantes historias de fantasmas escritas por el autor de Oliver Twist. Y como mera casualidad entró en mi universo "opositorial" una gélida y lluviosa mañana de diciembre. No es de extrañar que una servidora se topara de lleno con esta obrita, que te atrapa desde que contemplas su portada con La luz de la luna en noviembre, de John Atkinson Grimshaw (1836-1893), cuando realizaba unas consultas sobre aquellos libros fundamentales para mis sempiternos temas que nos habían recomendado en la academia. Me encaminaba a elaborar mi carta a los reyes magos entre Gramáticas de Gómez Torregos y géneros literarios de Garcias Berrios y Huertas Calvos cuando apareció de la nada. Por qué no incluirlo en mi epístola a Melchor, Gaspar y Baltasar. Fueron unos breves minutos de contacto con el horror de Dickens, lo suficiente para que llegaran a sus majestades de Oriente, aunque yo me olvidara de la obra y volviera a quedar empolvada en mi memoria.

Semanas más tarde, amanecería la mañana del 6 de enero con las peticiones de una modesta lectora y opositora esparcidas por mi flamante hogar. Debí ser ejemplar con mi comportamiento en el año caduco o, mejor dicho, contar con unos reyes magos demasiado complacientes y, entre mis apuntes de Góngora, Santa Teresa y el sintagma nominal aparecieron, para mi felicidad y disfrute, Gómez Torrego, Daniel Cassany y Los géneros literarios. Sistema e historia. ¿Y Dickens?... Dickens no apareció aunque, después de elaborar un listado bastante extenso, tampoco lo eché de menos.

Un par de semanas más se añadieron al calendario del nuevo año y, con ellas, la suma de una nueva cifra en el apartado correspondiente a la edad de mi carnet de identidad. Fue aquella tarde, tras recibir mis regalos, después de soplar las imaginarias velas y volver a endulzarme el paladar con esas familiares galletas que sólo se elaborar con la llegada de la citada efeméride, cuando noté una presencia que me reclamaba desde un trivial mueble auxiliar. La visita de los familiares, las llamadas de teléfono, los reclamos... no me permitieron acercarme hasta mucho más tarde de lo que hubiese deseado. Tres pasos, una primera visión, una mano que se alarga, el tacto rugoso de su encuadernación, el aroma de libro recién sacado del horno... Dickens había llegado a casa.

Sólo unas horas más tarde asistí a un relato que, aunque a muchos pueda parecer banal, a mí me resultó fascinante. Una vuelta de tuerca más a su misterio... La obra fue perseguida como regalo de navidad, pero en las dos primeras librerias donde fue reclamado no hubo éxito de hallazgo. Aún no lo habían recibido, la edición estaba agotada o, como prefiero percibir, ni conocían su existencia. La tercera parada fue más fructífera. Existía. Sí. Lo conocían. Estaba en la tienda. Búsqueda en el catálogo informatizado. Queda sólo una unidad. No está en su lugar. Pase en 20 minutos... La chica le observó estupefacta. "Lo siento. El libro se encuentra escondido en algún rincón de esta librería, pero no conseguimos encontrarlo".

Dos semanas más tarde, volvió a retomar la empresa. ¿Dónde buscar? ¿Habrán resuelto el enigma en la librería? Tentado también por la curiosidad, retornó al lugar de los hechos. Nueva ojeada al ordenador. El libro continuaba palpitando en algún estante olvidado, debajo de alguna obra maestra, escondido tras algún montón de una edición sin éxito... Busque usted mismo. Y así lo hizo. Ya conocía su encuadernación, sus ilustraciones, había hecho los deberes e interesado por esa obra que por alguna razón no quería recalar en su mano. Bastaron unos minutos escasos para que la tendera volviera a reclamar su atención: "Lo siento. Tras consultar nuevamente, me aseguran mis compañeros que ese libro que lleva más de un mes escondido por la tienda ha sido vendido cinco minutos antes de que usted accediera a la librería. Quizás, incluso se ha cruzado con su nuevo dueño al cruzar nuestra puerta".

Díganme que no es fascinante. Esa casualidad que vertebra las historias espeluznantes de Dickens también se había instalado en la relación que ya manteníamos su obra y yo desde esa lluviosa mañana de diciembre. Apariciones en vagones de trenes, aún de vapor; misteriosas casas victorianas, pacto entre amigos... Ahora reposa en mi regazo. Se encuentra palpitando a mi alrededor al tiempo que trazo estas líneas. ¿Qué nueva casualidad me tendrá preparada esta obra? Si les he despertado la curiosidad, no duden en adentrarse en el submundo de Dickens. Si les ha interesado esta historia, lean sus relatos con la perspectiva de un lector del siglo XIX. Si les ha gustado esta entrada espero que sea porque ya les había gustado antes este blog. Y que, para mí complacencia, no se encuentran aquí por casualidad...


2 comentarios:

  1. Enhorabuena por tu vuelta al tecleo informático. A pesar de tu nueva ocupación, retomar la pasada es todo un lujo para tus lectores, íncluyeme a mi entre este grupo selecto a partir de ahora.

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  2. No sabía que tuvieras un blog!!! Qué alegría. Te incluyo en mis enlaces. Besitos.

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