miércoles, 29 de junio de 2011

De parte de la princesa muerta


Selma floreció con el camino trazado, desde que pudo abrir sus ojos, desde que percibió la primera luz del día. Como princesa turca, siempre contó con un libro de instrucciones en la mano. Una guía que resaltaba todo aquello que debía y no debía hacer, los amigos con los que tenía que jugar, las amistades que debía conseguir y mantener, el marido que estaba obligada a tener y la vida familiar que debía llevar. Pero nadie, jamás, le otorgó un manual para ser Selma. Para ser ella misma.

Recorrió su vida huyendo de todos y cada uno de los territorios en los que se asentaba, de los paisajes que impregnaban su existencia, de las personas que la quisieron y de aquellas que la odiaron. Pasó sus días huyendo de sí misma, de su condición de elegida, de su esclavitud, de su propia desgracia. Con pocos años, los acontecimientos que se precipitaron en su país, a comienzos del siglo XX, le obligaron a convertirse en una extranjera vitalicia, allí donde otros verían el bautizo de una ciudadana mundana. Fue rechazada en Beirut, en India y también en Francia, donde se encontraría de bruces con su propio ocaso. Con su punto y final.

Soñó con convertirse en estrella de Hollywood, mientras encandilaba y endulzaba la vida de los hombres más ilustres de Beirut, la ciudad oriental más occidentalizada de los años 20. Se ilusionó con la simple idea de convertirse en reina de Albania, aún ignorando cualquiera de los rasgos físicos y psicológicos de aquella persona que también compartiría su reinados. Y, finalmente, abandonó sus aspiraciones de regresar a su Estambul amada para convertirse en la esposa de un rajá de la India. Un hermoso aristócrata hindú forjado y moldeado por la educación británica que recibió en Inglaterra, y que jugaba a mantener unas tradiciones que detestaba. En Inglaterra siempre fue un hindú y en India siempre se sintió europeo.

Me sumergí en el apasionado, a la par que odiado, romance mantenido por Selma y Amir desde la pacífica costa del Algarve portugués. Mis recuerdos de nuestra idílico retiro bajo el olor salado de nuestro país vecino llegan envueltas en el devenir de los días de la princesa turca como gran mujer de India. Desde tierras lusas, exploré Delhi, Bombay, Lucknow... me adentré en una cultura que viste de blanco a aquellos que guardan luto y que destierra a las viudas. Y me identifiqué con Selma, por compartir mi edad y mis miedos, sus ilusiones y su propia realidad. Ahora rememoro la playa de la virgen de Rocha, al tiempo que enlazo aquel paraje con el difícil entendimiento entre los protagonistas de esta novela, con los obstáculos de una relación que nunca podría haber funcionado en medio de una cultura distinta, de un tiempo diferente. Quizás hoy, tal vez, bajo el paisaje portugués, Selma y Amir, Amir y Selma...

Es Kenizé, hija de Amir y Selma, quien me ha contado la bella y triste historia de su madre. Quien me ha confesado que también Selma se encontró de bruces con la inminente existencia de un nuevo ser. Al igual que Amir conoció la futura llegada del vástago siempre esperado. Del mismo modo que la princesa turca perdió a Kenizé. Mientras que el prometedor rajá palparía sus días sin el calor de aquel ser que un día aguardó sin suerte.

Es el destino quien nos guarda con fiel secreto sus sorpresas. Malévolas para Selma y Amir. Benévolas, finalmente, para Kenizé. Triste, por el momento, para aquellos que saborearon el aroma de la brisa marina que mantiene el Atlántico a su paso por las tierras vecinas. Mientras moldeas tu vida, quizás, el viento se decida a desmoronarla, siendo aún un simple boceto.


4 comentarios:

  1. También a ti te ha cautivado la princesa. Como te dije en su día, "disfrútala, si te deja", porque en cada página de esa historia cautivadora hay un regusto amargo, que se queda aún más impregnado en tu corazón si eres mujer. Supongo que los habrás leído pero si no, te encantarán "Mil soles espléndidos" y "Cometas en el cielo". Enhorabuena de nuevo por tu post. Eres grande. Besos.

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  2. Quien no se ha sentido Selma alguna vez. Y tantas y tantas veces que aún están por llegar. No somos princesas, pero también somos esclavas de la realidad que nos ha tocado vivir. Me acordé de ti cuando viajé con ella al Líbano, y a la India, y a París. He leído "Mil soles espléndidos". Es el único libro que me ha mantenido en vela hasta altas horas de la madrugada, llorando como una niña pequeña y sin poder conciliar el sueño. Aún no me he atrevido con "Cometas en el cielo", pero está en el tintero. Gracias por estar ahí. Sabía que leerías este post. Un beso.

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  3. Las grandes historias te absorben de tal modo que cuando llegas al punto y final te invade la desazón de no poder encontrar otra historia que esté a la altura y eso creo yo que le pasa a estos dos libros. Yo me leí primero "Cometas en el cielo". Lo empecé en un vuelo nocturno Nueva York-Málaga y mi asiento era el único con la luz encendida. Me pasé 5 horas de las 6 del viaje leyendo sin parar. (Mi compañera de la derecha aún debe odiarme). Pasó más de un año hasta que me atreví con "Mil soles espléndidos" e igualmente me atrapó. Y también lo hizo Selma, cómo no,... y también este post, como tantos otros. Es lo que tiene la buena literatura.

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  4. Muchas gracias por los elogios, son un impulso para continuar escribiendo. He tenido en mis manos, en muchas ocasiones, "Cometas en el cielo". La próxima vez será la definitiva.

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