jueves, 5 de enero de 2012

La noche más mágica del año

Me he despertado demasiado temprano. Como si hubiese dormido mil vidas, sin sueño, insomne. No había motivo ni razón, ni alarma prevista, ni cita concertada, ni ruido que se precie. Sólo el reloj mental, casi matemático, cuasi engrasado que me alertaba de la importancia del día, de la distinción entre el resto de los días mundanos. Casi sin quererlo, he retrocedido en el tiempo, años, tal vez décadas. Me he asomado a otra mañana idéntica a la de hoy, tan fría, tan mágica, tan única. Aquella ya no es mi habitación, ni su estancia mi casa. Aquella imagen que refleja el espejo ya no soy yo, ni los deseos que anhelaba se asemejan ni una pizca a los que me envuelven ahora. Pero allí estaba yo, ilusionada, madrugadora, vigía de la jornada, impaciente por el tiempo que aún estaba por llegar, en ese día, después de la mañana.

La Cabalgata y mi participación en una de sus carrozas ponía el colofón a las fiestas preferidas de aquella niña tímida que soñaba despierta. El disfraz y el maquillaje a primera hora de la tarde, la comida casi inapetecible al mediodía para correr con el alma al corazón de la magia navideña. Horas y horas que se hacían eternas regalando emociones en forma de caramelos, rostros de felicidad, gritos de alegría, música casi celestial y encuentros en esquinas especiales con familiares que hoy volverán a observar las carrozas desde el cielo. De vuelta a casa, embriagada del sabor del día de reyes, tocaba colocar polvorones y copitas de anís para la ansiada visita nocturna; los zapatos, en su lugar; el cubo repleto de agua para los sedientos camellos; y el deseo de captar todo el cansancio del mundo para que los ojos se cerraran y, pronto, fuera ya mañana.

Hoy no habrá cabalgata, ni maquillaje especial, ni disfraz que se precie, no bañaré las calles con pastillas dulces ni observaré la felicidad de los rostros que observan mi carroza. Porque hoy ya casi he pasado de los treinta y es casi un esfuerzo seleccionar estos recuerdos de mi memoria. En cambio, he vuelto a madrugar, a levantarme al alba, he terminado de envolver y empaquetar los últimos regalos y les he prestado un rincón especial en el calor de mi casa, otra distinta, otra diferente. Un hogar que alberga la ilusión de una familia nueva, la que yo he elegido, la que he empezado a formar. 

Y sé que, mañana, cuando los rayos de sol aún permanezcan reposando sobre su almohada, volveré a despertarme temprano, casi sin sueño, como si hubiese dormido mil vidas y, nuevamente, me tocará despertar con ilusión a aquellos que me rodean. No salvaré la mera distancia de la cama de mi hermana de un salto, ni entraré a borbotones en la habitación de mis papás, ni prepararé ninguna búsqueda del tesoro para el más pequeño. Porque, ahora, mi casa ya es otra y, como diferente, ha llegado el momento de sembrar una nueva tradición. Con la misma ilusión, con idéntica chispa.

Los tiempos cambian, y nosotros permutamos con ellos pero, sin embargo, aún existe una luz en nuestro interior que nos recuerda los niños que fuimos, los que todavía somos y los que seguirán. Mientras abrimos los ojos a la mañana.

1 comentario:

  1. =D mañana todos volvemos a ser niños tengamos la edad que tengamos!

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