lunes, 30 de agosto de 2010

Las plantas no son para el verano


Lo hemos intentado todo, pero ha sido en balde. Han pesado demasiado los más de 40 grados que ha acompañado a la capital hispalense durante el presente verano, nuestra larga ausencia, y vaya usted a saber cuántas vicisitudes más. Nuestra dama de noche murió ayer en plena ola de calor. Sus ramas abandonaron el verdor de la vitalidad y se fue desvaneciendo hasta la nada. Hoy era un esqueleto amarillento y seco, al igual que el campo castellano en esta época. Yerma, sin vida, ausente. Nos encargamos de que el abastecimiento de agua no fuera un problema. Tuvimos sustituto, pero la altitud, la latitud y el asfixiante verano ha acabado con sus esperanzas, y las nuestras, de que nos endulzara las noches con ese aroma tan meloso y pasional. Nunca llegó a florecer, nunca desplegó su característico olor. Quiso crecer pero la escalada de los grados no se lo permitió.

He tenido que despedirme de ella esta misma mañana. Sacarla de su tiesto. Abandonarla en el fondo de una bolsa de basura que ya descansa paciente en el contenedor de la esquina. La he abandonado a su suerte mientras Nala me aguardaba en la acera obedeciendo al grito de quietud. La dama de noche ya no existe en nuestro hogar, pero ha dejado paso a una nueva hornada. Su macetero ya tiene dueño, una parra roja de nombre, aunque aún verde de aspecto, que llegó rezagada a nuestra terraza de la habitación morada. Ha sobrevivido al verano en su pequeño tiesto y se ha merecido con creces una nueva oportunidad de crecer, desperezarse en libertad y levantar el vuelo, justo en el mismo lugar donde su compañero de habitáculo se despidió de la vida. Ahora descansa impaciente junto a nuestra buganvilla pálida, con terreno y vía libre para poder trepar.

Las plantas no son para el verano y, menos aún, en mi ciudad. En cambio, la mayoría de nuestra población campestre ha ganado la batalla al calor, con algunas secuelas, con los típicos daños colaterales, pero alegres y optimista por su gran éxito. Ahora realizarán su último esfuerzo por superar el verano, aguardando la llegada del otoño, aunque con nuestra presencia y ayuda. Y termino estas líneas, justo el día de mi onomástica y recordando a la que fuera mi dama de noche, querida siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario