domingo, 29 de agosto de 2010

De vuelta de todo


1:00 am de un asfixiante 28 de agosto en Sevilla. Fin de las vacaciones, del relax, de la ausencia de reloj, de la tranquilidad, del vuelo constante de la imaginación, de la libertad, de la pausa, del olor a sal, de la piel curtida por el sol y el salitre, del viento de levante, del tacto de la arena al andar descalzo, del café vespertino con vistas al mar, de la puesta de sol en la playa...

Sólo a nosotros se nos ocurre tomar un vino dulce en el local de Pepe el muerto. El mismo donde nos refugiamos del frío de las noches de invierno, aquel lugar enigmático que nos abriga algún que otro fin de semana. En cambio, ahora estamos en plena ola de calor, la templanza del moscatel alienta aún más nuestra asfixia y no vemos el momento de salir a la calle para tomar el fresco. Como ocurre al inici0 de cada estación, cuando cambia el clima y uno tiene que habituarse a un vestuario que ya no recuerda, llegamos a la ciudad olvidando nuestro ritmo usual. Como si nuestras vidas nunca hubieran existido antes, como si hubiésemos perdido el norte en nuestro propio habitat. Y allí nos vemos, los seis, plasmando una estampa de invierno en los coletazos del mes de agosto.

Tras varias semanas de separación, nos ponemos al día de nuestros planes inmediatos, de nuestras últimas escapadas. Tomamos el pulso a la continuación de nuestra vida, aquella que volverá a rodar pasado el fin de semana. Porque las vacaciones, no se engañen, es un aletargamiento de los sentidos, es la vivencia de un mundo utópico, es un sueño con fecha de caducidad. Ahora toca volver a la realidad y lo hacemos a 40 grados, aunque con el meloso sabor del moscatel que nos sirvió ayer Pepe el Muerto.

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