martes, 11 de agosto de 2009

Primer día de un largo camino


Comienzo a andar. Primero adelanto la derecha y, a continuación, le sigue la izquierda. Ya he dado un gran paso.

Hace algunos meses que decidí opositar. Sería más sincero decir que ya llevo unos cuantos años con la idea en la mochila. Pero uno quiere apostar por su profesión. Probar suerte. Pasan las semanas, los meses y seguimos estancados en el mismo punto. Una empresa de renombre, una profesión de ésas que la gente se vuelve al oirla, por la que la humanidad te mira de una forma especial. Y, sin embargo, aborda una labor mal pagada, con horarios nefastos y que impide tener una vida más allá de la jornada de trabajo.

Hace algunos meses que decidí parar en seco. Hacer stop. Poner punto y aparte a una profesión en la que me adentré a los 18 años cuando comencé a estudiar la carrera. Han pasado diez desde entonces. La resta de ambas cifras aún me dice que yo soy más que ese tipo de vida. Llevo más tiempo siendo otra cosa, con lo cual, aún puedo cambiar. Redireccionar mi camino. Eso sí, aprovechando todo mi bagaje como trampolín.

Digo que hoy es el primer día porque, después de comeduras de cabezas, reflexiones, conversaciones con seres queridos, comparaciones, valoraciones... He decidido matricularme en una academia. Me he levantado temprano y, sin comentarlo con nadie, he cogido mi coche y me he dirigido a mi barrio, a mi antiguo barrio (pero esto ya dará para otro capítulo). He recorrido las calles de siempre, me he dejado llevar por su peculiar ambiente y he entrado con paso firme. Todo comenzará el 23 de septiembre. El pistoletazo de salida. Preparados, listos, ya. Es la tercera vez que me posiciono en la línea de salida, pero nunca he llegado a la meta. Ni siquiera he dado un paso cuando ha sonado la señal. Hoy ya he dado mi primer avance. Esta vez voy a comenzar a andar y, además, dicen que a la tercera va la definitiva. Veremos.